dimecres, 8 d’abril del 2015

¿Respirar produce cáncer?

En octubre de 2013, la Agencia Internacional para la Investigación en Cancer (IARC, por sus siglas en inglés), dependiente de la Oragnización Mundial de la Salud, emitió la nota de prensa  n. 221 donde se decía The specialized cancer agency of the World Health Organization, the International Agency for Research on Cancer (IARC), announced today that it has classified outdoor air pollution as carcinogenic to humans (Group 1). En castellano: [La IARC] ha anunciado hoy que ha clasificado la polución atmosférica exterior como carcinógena en humanos (Grupo 1). La nota de prensa completa puede obtenerse fácilmente buscando en el Google por su título, que es: IARC. Outdoor air pollution a leading environmental cause of cancer deaths.

La clasificación indicada viene fundamentada por un extenso informe denominado Air Pollution and Cancer. IARC Scientific Publication no 161, del mismo año 2013. Este informe puede comprarse u obtenerse gratuitamente en formato e-pub en el sitio http://www.iarc.fr/en/publications/books/sp161/. El formato e-pub es un fastidio (para que nos vamos a engañar) pero permite acceder a datos muy precisos.

La falta de eco mediático que, en su día, tuvo esta nota podría ser atribuible en parte a que venía a ser una mera confirmación por parte de la OMS de algo que ya se sabía de hacía años. Por otro lado, parece que es más “fashion” hablar de la contaminación atmosférica en el contexto del cambio climático.

Pero, vayamos por partes.

La IARC clasifica el riesgo de cáncer de acuerdo a 5 grupos de riesgo, de acuerdo con las evidencias científicas disponibles (ver  http://www.iarc.fr/):

Grupo 1: Carcinógeno en humanos (108)
Grupo 2A: Probablemente carcinógeno en humanos (63)
Grupo 2B: Posiblemente carcinógeno en humanos (248)
Grupo 3: No clasificable por su carcinogenicidad en humanos (515)
Grupo 4: Probablemente no carcinógeno en humanos (1)

Entre paréntesis se indica en número de sustancias clasificadas en abril de 2009 en cada grupo. Es de destacar que el número de sustancias (o, para ser más exacto, de circunstancias nocivas) en que se ha demostrado potencial carcinógeno en humanos es una tercera parte del número agrupado de los grupos 2A y 2B, consideradas “sospechosas” en mayor o menor grado de carcinogenicidad (grupo 2A y grupo 2B, respectivamente). Si a esto añadimos que en más de 500 sustancias, los datos no permiten una correcta clasificación, se puede deducir que la clasificación en el grupo 1 se hace con bases científicas muy sólidas.

Lo primero que cabe destacar de la nota es que se refiere a la polución atmosférica en el exterior (outdoor air pollution). No se incluyen los ambientes altamente contaminados con sustancias específicas que pueden darse en entornos industriales, por lo que la clasificación afecta al aire contaminado que respira la población general.

La nota de prensa n. 221 indica que hay suficiente evidencia de que la polución atmosférica causa cáncer de pulmón y de que hay una asociación positiva con un incremento de cáncer de vejiga urinaria (la “asociación positiva” indica que, como mínimo, la polución atmosférica incrementa el riesgo de padecer cáncer de vejiga). Añade que el material particulado en suspensión, que constituye el componente principal de la polución atmosférica, ya ha sido clasificado previamente en el grupo 1 (carcinógeno en humanos). De ahí que antes se comentara el carácter de confirmación del riesgo de cáncer asociado a la polución atmosférica. Además se admite que la polución atmosférica incrementa el riesgo de un amplio rango de enfermedades tanto cardiovasculares como respiratorias. De los datos estudiados correspondientes a 2010 se estima que 223,000 personas murieron de cáncer de pulmón en el mundo, atribuible a la polución atmosférica. Podemos deducir que cinco años más tarde (a dia de hoy) el número de muertes será muy superior, habida cuenta que la polución atmosférica, sobre todo en los países asiáticos, está creciendo a un ritmo exponencial.

K. Straif, uno de los directores de la IARC, vierte en la nota dos importantes afirmaciones que vale la pena resaltar:

-El aire que respiramos está contaminado con una mezcla de sustancias cancerígenas. Aunque se atribuye a las partículas en suspensión un papel central en el desarrollo de cáncer de pulmón, éste no es el único factor. Más adelante, en la nota se afirma que la polución atmosférica también contiene otros elementos carcinógenos como los gases derivados de motores diésel y disolventes (benceno, principalmente).
En el informe 161, se menciona que los gases derivados de la combustión de carbón y otros combustibles fósiles en la calefacción de las casas, así como los gases derivados de la fritura de los alimentos contienen igualmente sustancias cancerígenas. Estos materiales van a incrementar la polución atmosférica exterior y, además, son un importante factor de riesgo en los propios hogares.

-Sabemos que la polución atmosférica exterior no es sólo un riesgo para la salud en general, es además una causa de mortalidad por cáncer. Se puede decir más alto pero no más claro. El riesgo es más alto cuanto más alta sea la exposición a contaminantes atmosféricos. El mensaje es que no hace falta repartir las culpas entre los diferentes contaminantes: la propia contaminación es el riesgo.

Por su parte, D. Loomis, también de la IARC, dice que “nuestra labor fue evaluar el aire que cada uno de nosotros respiramos, más que focalizarnos en contaminantes específicos”. La afirmación es muy relevante, porque establece que la evaluación del riesgo de la contaminación atmosférica debe realizarse considerando el cóctel de contaminantes conjuntamente, en cada contexto o localización geográfica. Se admite, por tanto, implícitamente, que no basta con analizar los contaminantes atmosféricos y luego “sumar” los riesgos individuales. Esta estrategia ignoraría los efectos multiplicativos (no aditivos) de las diferentes combinaciones de sustancias. Se han publicado diferentes modelos que intentan estimar el riesgo toxicológico de una combinación de sustancias en base a los datos de cada elemento en particular, pero, a fin de cuentas, lo que respiramos depende tanto de nuestros hábitos individuales (no olvidemos el tabaquismo y los gases de la cocción de alimentos) como de nuestra ubicación geográfica.

Finalmente, la nota de prensa admite que algunos contaminantes son de origen natural (erupciones volcánicas, incendios, etc.).

La  cuestión fundamental es ¿Qué podemos hacer para disminuir la polución atmosférica de origen antropogénico? Y como la respuesta no es nada sencilla, además de incómoda, pues tendemos a no plantearla. En el documento Q&As on outdoor air pollution and cancer (preguntas y respuestas sobre la contaminación atmosférica y cáncer), que acompaña a la nota de prensa no 221, se indica que las principales fuentes de contaminación atmosférica son los gases de escape de los vehículos, especialmente de los motores diesel, las plantas generadoras de energía que utilizan combustibles fósiles y los sistemas domésticos de calefacción y cocción que utilizan madera, carbón o combustibles no refinados (como curiosidad, decir que la gasolina ha reducido sustancialmente su peligrosidad al eliminarse la mayor parte del plomo en su composición). De todo esto se deduce que para que exista realmente una disminución global de la contaminación atmosférica ha de haber un cambio drástico en el estilo de vida occidental (incluyendo a los países del este, que nos están alcanzando). En nuestro ámbito resulta francamente difícil concebir un estilo de vida en que no quepa la utilización de combustibles fósiles. La utilización de vehículos eléctricos sólo desplazará las fuentes de contaminación hasta las centrales térmicas correspondientes. Por otro lado, algunos vehículos simplemente no pueden existir sin quemar combustibles fósiles; los aviones, por ejemplo.

Tal como van las cosas y examinando la historia de la humanidad, quizá tendremos que convivir con el riesgo de la polución atmosférica mientras nos queden combustibles fósiles por quemar. No obstante, para terminar siquiera con una leve nota de esperanza, se puede impedir la emisión de materiales particulados mediante la aplicación obligatoria de filtros adecuados. También se pueden reducir sustancialmente otros contaminantes utilizando combustibles y métodos de combustión que minimicen los residuos.

Lo que no contribuye para nada a mejorar las cosas es poner trabas a la autosuficiencia energética mediante impuestos que sólo benefician a las grandes compañías suministradoras de energía (si no lo digo, reviento).


(Agradezco a Alejandro Heredia Borda el haberme incitado a escribir este post)

2 comentaris:

Eduard Mollà ha dit...

SIncerament jo crec que estem envoltats de substàncies que son cancerígenes. Fins i tot es podira dir que quan estem posant benzina i respirem els vapors que surten del dipòsit són cancerígens. El tema és la quantitat i el temps d'exposició. Cancerígen o no, no crec que sigui molt saludable respirar cada dia en una ciutat on hi ha un nuvol gris de contaminació que no deixa passar ni el sol.

Ricard M. ha dit...

Totalment d'acord. Gràcies per comentar.