Según un informe del gobierno del Reino Unido de
2018, la cantidad de plásticos de los océanos mundiales se triplicará en los
próximos diez años.
A
diferencia de otros efectos humanos en el medio ambiente como la polución
atmosférica o la contaminación química de los ríos, la contaminación por plásticos
es muy evidente. Vemos residuos plásticos en las ciudades, en los ríos, en el
mar y en el campo. Hay plásticos en suspensión en el aire y se han encontrado
plásticos en el ártico. Allá donde vamos nos encontramos con plásticos. Las
imágenes de pájaros, peces e incluso mamíferos marinos atrapados en plástico
son impresionantes y cada vez está más extendida la idea de que consumir
pescado o marisco contaminado por fragmentos de plásticos podría ser
perjudicial para la salud. Por todo ello, no es de extrañar que la
contaminación por plástico se haya convertido en un problema público de primera
magnitud.
Los
plásticos son sustancias poliméricas. Son como cadenas cuyos eslabones son
estructuras químicas repetitivas. Estos eslabones se unen con tal fuerza que
son muy difíciles de romper y, por esta razón, los plásticos se consideran
materiales “casi” inertes. En este “casi” están implicados procesos de lenta
degradación que finalmente darán lugar a sustancias químicas diversas,
anhídrido carbónico i agua. Los procesos de degradación son tan lentos que,
según el tipo de plástico y su exposición a determinadas condiciones
ambientales, pueden durar de cientos a miles de años, hasta su desaparición
completa.
Es de
sobras conocido que los residuos plásticos perjudican a los organismos vivos de
los ecosistemas de mares y océanos, pero todavía hay muchas incertidumbres en
cuanto a la toxicidad real que los residuos plásticos pueden ocasionar en el
tiempo presente y en el futuro.
¿De qué depende la toxicidad de los
plásticos?
Producimos
ingentes cantidades de plásticos cada año. Continuamente los vertemos como
residuos al medio ambiente y los polímeros que los forman se desintegran de
forma extremadamente lenta pero inexorable.
Los
efectos adversos de la contaminación por plásticos en los organismos vivos pueden
ser muy diferentes en función del tipo y tamaño del plástico, del organismo
considerado y del mecanismo de toxicidad implicado. Un fragmento de plástico de
un milímetro de tamaño no tiene ningún tipo de incidencia en la salud de un ser
humano (o de otros vertebrados) pero puede ocasionar la muerte por obstrucción
intestinal a un organismo del plancton. Una red de pesca abandonada continúa
pescando animales (peces, aves y mamíferos marinos) en el que se ha llamado gostfishing, pero esto es irrelevante en los organismos terrestres, por mucho que
pueda afectar a la biodiversidad global. Por tanto, en el estudio de los
efectos de los plásticos en los organismos y ecosistemas se deben evitar las
generalizaciones, definiendo claramente el ámbito del estudio y los tipos de
plástico considerados.
Además,
si ya es preocupante lo que vemos, todavía lo es más lo que no vemos. Las regiones del fondo marino
parecen contener la mayor parte de los residuos plásticos. Según estimaciones recientes, son el depósito del 94% de
toda la masa de plásticos oceánica. Paradójicamente, son de regiones sobre las
hay menos información sobre los efectos de los plásticos. Hay que investigar más
para determinar la gravedad del problema a nivel global.
Distribución de la contaminación por plásticos
en el oceano (Sherrington,
2016)
Cuanto más pequeños, más peligrosos.
Los
trozos de plástico grandes se fragmentan en piezas más pequeñas y éstas, a su
vez, en otras más pequeñas, hasta dar lugar a lo que se conoce como microplásticos (técnicamente de 5 milímetros de
diámetro o menos). Son partículas que se encuentra en el límite de la visión, y
más pequeñas todavía. Dado que los objetos de plástico son poco peligrosos en
sí mismos para los humanos, salvo por los riesgos físicos de atragantamiento,
el mayor motivo de preocupación está en la ingesta involuntaria de
microplásticos.
Aun
cuando en algunos ámbitos los microplásticos pueden acumularse hasta niveles en
que pueden comprometer a ecosistemas, hay estudios que demuestran que los microplásticos
ingeridos por organismos superiores son liberados por el intestino sin efectos
negativos. Por otro lado, la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentación
(EFSA, por sus siglas en inglés) considera en un informe que la ingesta de microplásticos
en los alimentos es poco relevante en comparación con la exposición a otros
contaminantes, porque se asume que las partículas de plástico se ingieren en
poca cantidad y son eliminadas con las heces. En contraste, un reciente y
polémico informe de la World
Wildlife Fund (WWF) alerta
de que en una persona del mundo occidental la cantidad ingerida de
microplásticos en una semana podría ser el equivalente a una tarjeta de crédito
(5 g), aspecto este del que se han hecho eco diversos medios de comunicación. Lo
que no ha tenido tanta trascendencia mediática es que la misma WWF admite en su
informe que esta cantidad es incierta porque se ha obtenido en base a
extrapolaciones y que son necesarios estudios posteriores. Por otro lado, como
ya hemos dicho que los fragmentos de plástico son difícilmente absorbibles, la
cantidad de 5 g de plástico ingerido en una semana no dice gran cosa por sí
misma respecto al riesgo tóxico.
¿Quiere
todo esto decir que no debemos preocuparnos?. Nada más lejos. Quiere decir que
hace falta destinar muchos más recursos para mejorar nuestros conocimientos
sobre los riesgos de los microplásticos sobre nuestra salud. Máxime teniendo en
cuenta que la exposición a microplásticos por ingestión o por inhalación va
aumentar de forma inevitable en los próximos años.
Formas y tamaños de microplásticos (Crédito: Wang
et al., 2019)
Micro-microplásticos
La
situación puede ser bastante peor en cuanto a los nanoplásticos. Los nanoplásticos
son microplásticos
con un tamaño inferior a 20 micrómetros (más pequeños de 20 milésimas de
milímetro, sólo visibles al microscopio). En estudios de laboratorio se ha visto que los nanoplásticos
pueden ser tan pequeños que pueden penetrar las células de los seres vivos
provocando alteraciones denominadas de estrés oxidativo. No se sabe qué relevancia
puede tener esto en la salud de los humanos porque se han realizado muy pocos
estudios hasta el momento en este sentido (ver revisión reciente aquí), pero está claro que no son buenas noticias.
Los
procesos de degradación físico-químicos de los plásticos dan lugar a fragmentos
de polímero cada vez más pequeños y al final se degradan completamente para dar
lugar a moléculas pequeñas no poliméricas. La liberación de estas sustancias en
el tracto intestinal puede no ser importante, como indica la EFSA, pero si
polímeros de tamaño nanométrico penetran las células, estas sustancias podrían
provocar la muerte celular, ya sea por estrés oxidativo o por toxicidad directa.
En organismos superiores como los seres humanos, la muerte celular debida a
factores externos desencadena un proceso inflamatorio que puede derivar en
enfermedad crónica.
Tampoco
hay muchos datos en referencia al potencial cancerígeno de los nanoplásticos,
pero una enfermedad inflamatoria crónica es por sí misma un factor de riesgo.
Además, se sabe que algunas sustancias liberadas por los plásticos son
cancerígenas o producen mutaciones en el material genético que pueden derivar
en cáncer (ver info aquí, aquí y aquí).
Es una
cuestión de tiempo que todos los plásticos que no hayan sido incinerados se conviertan
en nanoplásticos, tanto en ecosistemas acuáticos como terrestres. Esto es una
verdadera espada de Damocles que pende sobre la cabeza de las generaciones
futuras.
Pasajeros indeseables en plásticos
Diferentes
estudios han demostrado que los microplàstics
pueden transportar otras sustancias adheridas a su superficie.
Sustancias
tóxicas como metales o insecticidas podrían ser transportadas por microplásticos
y terminar en lugares que de otro modo no llegarían. Hay información disponible sobre esto y es preocupante que
estas sustancias puedan ser ingeridas por organismos marinos y entren
finalmente en la alimentación humana.
La
mayoría de los estudios han mostrado que los agentes
tóxicos asociados a los plásticos se encuentran a concentraciones demasiado
bajas para ser tóxicas, o bien las sustancias se adhieren demasiado a los
plásticos para ser liberadas a los organismos y causar problemas. Curiosamente,
en un estudio, los niveles de sustancias tóxicas en los tejidos de las aves marinas
eran claramente menores cuando habían ingerido microplásticos. Los
investigadores sugirieron que las sustancias tóxicas ya presentes dentro de los
tejidos de aves se adherían a los plásticos y se eliminaban. Si esto es así,
las sustancias adheridas a los plásticos podrían ser menos tóxicas para los
organismos marinos de lo que se pensaba, aunque no se descarta la toxicidad de
los microplásticos por otros mecanismos. Nuevamente, hay pocos estudios
disponibles y las extrapolaciones a humanos son aventuradas.
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En
resumen, hay importantes lagunas en el conocimiento sobre la toxicidad de los
plásticos que hay que llenar, especialmente cuando es probable que las partículas
de plástico se acumulen en los ecosistemas en grandes cantidades y durante
largos períodos de tiempo. No podemos esperar a tener todas las respuestas para
tomar medidas, pero hay que evitar llenar estas lagunas con especulaciones basadas
en estudios parciales, que puedan provocar alarmas infundadas i un mal uso de
los recursos disponibles.
La
amenaza de la contaminación por plásticos es global y puede hipotecar el futuro
de las generaciones venideras. Por tanto, hace falta hacer mucha y buena
ciencia.
(Crédito de la imagen de portada: EP)